Hoy les quiero hablar de uno de los temas más importantes : Nuestra salud mental y psicológica ante esta pandemia.
Trabajar desde casa mientras se cuida a los niños, estar al menos a dos metros de distancia de las personas si sales a comprar, cubrirse la cara hasta el punto de no ser reconocido, pasar más horas online tratando de interactuar con la gente cuando antes de esto se trataba de limitar el tiempo frente a la pantalla, todo esto plantea la pregunta: ¿Cómo lo estás afrontando?
Semanas de aislamiento sin señales de que la pandemia de coronavirus está cerca de terminar, han hecho que incluso la persona más optimista se pregunte, ¿Cuánto tiempo durará esto?
El poeta inglés John Donne escribió en un famoso poema del siglo XVII «Ningún hombre es una isla entera en sí misma«, un sentimiento que muchos de nosotros podemos estar experimentando en la nueva normalidad del autoaislamiento y el distanciamiento social.
En la última encuesta realizada por Global Advisor a casi 14.000 personas de 15 países, el 43% de los encuestados dijeron estar impacientes por volver a la vida normal. Otro tercio (34%) se muestra preocupado por su salud, mientras que el 15% se siente solo y el 12% está enojado por las restricciones a su libertad.
Al mismo tiempo, sin embargo, más de la mitad (55%) se preocupa por los que son vulnerables o débiles, mientras que poco menos de un tercio (31%) se siente feliz de pasar tiempo con su familia. Otro de cada cinco (22%) se inspira en la forma en que las personas se están adaptando.
Esta mezcla de emociones podría reflejar lo aisladas que están realmente las personas, según los expertos, que dicen que cuanto más estricto y duradero sea el aislamiento, más graves son los impactos psicológicos. Stewart Shankman, profesor del Departamento de Psiquiatría y Ciencias del Comportamiento de la Universidad Northwestern de Chicago, dijo que los estudios han demostrado que las relaciones online son realmente similares en muchos aspectos a las relaciones cara a cara. «Si la gente sigue manteniendo el contacto con sus amigos, colegas y familiares online, no se van a sentir aislados socialmente«, dijo el profesor Shankman, pero admite que para los extrovertidos que están acostumbrados a tener compromisos sociales más activos, las llamadas telefónicas y las videoconferencias podrían no ser suficientes. Independientemente de las preferencias sociales de la gente, los expertos están de acuerdo en que podría haber un impacto duradero en todos nosotros, ya que nos vemos obligados a soportar barreras que la mayoría nunca hemos encontrado antes. Si los distanciamientos sociales continúan por muchos meses más, la integración a la vida normal podría ser más difícil para las personas.
Las epidemias como el COVID-19 son emergencias sanitarias en las que se ve amenazada la vida de las personas y causan cantidades significativas de enfermos y muertos. Por lo general, se sobrecargan los recursos locales y quedan amenazados la seguridad y funcionamiento normal de la comunidad. Como resultado se requiere, con carácter urgente, una intervención externa de ayuda. Pero al igual que otros eventos catastróficos, son también verdaderas tragedias humanas y por ende es necesario atender la aflicción y las consecuencias psicológicas.
Desde la perspectiva de la salud mental, una epidemia de gran magnitud implica una perturbación psicosocial que puede exceder la capacidad de manejo de la población afectada.
Puede considerarse, incluso, que toda la población sufre tensiones y angustias en mayor o menor medida. Así es que se estima un incremento de la incidencia de trastornos psíquicos (entre una tercera parte y la mitad de la población expuesta podrá sufrir alguna manifestación psicopatológica, de acuerdo a la magnitud del evento y el grado de vulnerabilidad). Aunque debe destacarse que no todos los
problemas psicológicos y sociales que se presentan podrán calificarse como enfermedades; la mayoría serán reacciones normales ante una situación anormal.
Los efectos psicológicos no distinguen clase social, status, edades, nacionalidad o creencias En el orden individual muchas personas pueden enfrentar una crisis, definida esta como aquella situación generada por un evento vital externo que sobrepasa la capacidad emocional de respuesta de la persona. Es decir, sus mecanismos de afrontamiento le resultan insuficientes y se produce un desequilibrio e inadaptación psicológica.
Ante una situación muy significativa emocionalmente – como padecer una enfermedad grave y/o muerte de seres queridos – ciertos sentimientos y reacciones son frecuentes. Así mismo el recuerdo de lo sucedido será parte de la vida de las víctimas y no se borrará de su memoria.
Pero, si bien algunas manifestaciones psíquicas son la respuesta comprensible y transitoria ante las experiencias traumáticas vividas, también pueden ser indicadores de que se esta pasando hacia una condición patológica. La valoración debe hacerse en el contexto de los hechos, determinando si se pueden interpretar como respuestas “normales o esperadas” o por el contrario identificarse como manifestaciones psicopatológicas que requieren un abordaje profesional.
Algunos criterios para determinar que una expresión emocional se esta convirtiendo en sintomática son:
- Prolongación en el tiempo de la pandemia.
- Sufrimiento intenso.
- Complicaciones asociadas (ejemplo, conducta ansiosa, depresiva y hasta suicida).
- Afectación significativa del funcionamiento social y cotidiano.
Los trastornos psíquicos inmediatos más frecuentes en los sobrevivientes son
los episodios depresivos y las reacciones de estrés agudo de tipo transitorio. El riesgo de aparición de estos trastornos aumenta de acuerdo a las características de las pérdidas y otros factores de vulnerabilidad. En situaciones de emergencias también se ha observado, ocasionalmente, el incremento de las conductas violentas, así como el consumo excesivo de alcohol.
Entre los efectos tardíos se reportan duelos patológicos, así como depresión, trastornos de adaptación, manifestaciones de estrés postraumático, abuso del alcohol u otras sustancias adictivas y trastornos psicosomáticos. También los patrones de sufrimiento prolongado se manifiestan como tristeza, miedo generalizado y ansiedad expresados corporalmente, síntomas que con frecuencia adquieren un carácter grave y de larga duración.
Los trastornos de adaptación se caracterizan por un estado de malestar subjetivo, alteraciones emocionales que afectan la vida social y dificultad para ajustarse al cambio vital que significan las pérdidas.
El estrés postraumático (o algunas manifestaciones sintomáticas de este cuadro) es un trastorno de tipo tardío o diferido que aparece como consecuencia de acontecimientos excepcionalmente amenazantes o catastróficos; la vivencia de una epidemia de gran magnitud, especialmente en personas que han experimentado pérdidas importantes puede ser causal de síntomas de estrés postraumático.
Por eso es de Vital Importancia que así como hoy nos toca cuidarnos físicamente con el aislamiento no debe desatenderse la parte psicológica y emocional ante una pandemia como esta que seguro está haciendo estragos en nuestra mente y las manifestaciones las veremos a corto y mediano plazo si no nos atendemos con un profesional
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