Las epidemias son emergencias sanitarias en las que se ve amenazada la vida
de las personas y causan cantidades significativas de enfermos y muertos. Por lo
general, se sobrecargan los recursos locales y quedan amenazados la seguridad y
funcionamiento normal de la comunidad. Como resultado se requiere, con carácter
urgente, una intervención externa de ayuda. Pero al igual que otros eventos
catastróficos, son también verdaderas tragedias humanas y por ende es necesario
atender la aflicción y las consecuencias psicológicas.
Desde la perspectiva de la salud mental, una epidemia de gran magnitud implica
una perturbación psicosocial que puede exceder la capacidad de manejo de la
población afectada.
Puede considerarse, incluso, que toda la población sufre tensiones
y angustias en mayor o menor medida. Así es que se estima un incremento de la
incidencia de trastornos psíquicos (entre una tercera parte y la mitad de la población
expuesta podrá sufrir alguna manifestación psicopatológica, de acuerdo a la magnitud
del evento y el grado de vulnerabilidad). Aunque debe destacarse que no todos los
problemas psicológicos y sociales que se presentan podrán calificarse como
enfermedades; la mayoría serán reacciones normales ante una situación anormal.
Los efectos psicológicos no distinguen clase social, status, edades, nacionalidad o creencias
En el orden individual muchas personas pueden enfrentar una crisis, definida
esta como aquella situación generada por un evento vital externo que sobrepasa la
capacidad emocional de respuesta de la persona. Es decir, sus mecanismos de
afrontamiento le resultan insuficientes y se produce un desequilibrio e inadaptación
psicológica.
Ante una situación muy significativa emocionalmente – como padecer una
enfermedad grave y/o muerte de seres queridos – ciertos sentimientos y reacciones son
frecuentes. Así mismo el recuerdo de lo sucedido será parte de la vida de las víctimas y
no se borrará de su memoria.
Pero, si bien algunas manifestaciones psíquicas son la respuesta comprensible y
transitoria ante las experiencias traumáticas vividas, también pueden ser indicadores de
que se esta pasando hacia una condición patológica. La valoración debe hacerse en el
contexto de los hechos, determinando si se pueden interpretar como respuestas
“normales o esperadas” o por el contrario identificarse como manifestaciones
psicopatológicas que requieren un abordaje profesional.
Algunos criterios para determinar que una expresión emocional se esta
convirtiendo en sintomática son:
- Prolongación en el tiempo de la pandemia.
- Sufrimiento intenso.
- Complicaciones asociadas (ejemplo, conducta ansiosa, depresiva y hasta suicida).
- Afectación significativa del funcionamiento social y cotidiano.
Los trastornos psíquicos inmediatos más frecuentes en los sobrevivientes son
los episodios depresivos y las reacciones de estrés agudo de tipo transitorio. El riesgo
de aparición de estos trastornos aumenta de acuerdo a las características de las
pérdidas y otros factores de vulnerabilidad. En situaciones de emergencias también se
ha observado, ocasionalmente, el incremento de las conductas violentas, así como el
consumo excesivo de alcohol.
Entre los efectos tardíos se reportan duelos patológicos, así como depresión,
trastornos de adaptación, manifestaciones de estrés postraumático, abuso del alcohol u
otras sustancias adictivas y trastornos psicosomáticos. También los patrones de
sufrimiento prolongado se manifiestan como tristeza, miedo generalizado y ansiedad
expresados corporalmente, síntomas que con frecuencia adquieren un carácter grave y
de larga duración.
Los trastornos de adaptación se caracterizan por un estado de malestar
subjetivo, alteraciones emocionales que afectan la vida social y dificultad para ajustarse
al cambio vital que significan las pérdidas.
El estrés postraumático (o algunas manifestaciones sintomáticas de este cuadro)
es un trastorno de tipo tardío o diferido que aparece como consecuencia de
acontecimientos excepcionalmente amenazantes o catastróficos; la vivencia de una
epidemia de gran magnitud, especialmente en personas que han experimentado
pérdidas importantes puede ser causal de síntomas de estrés postraumático.
Por eso es de Vital Importancia que así como hoy nos toca cuidarnos físicamente con el aislamiento
no debe desatenderse la parte psicológica y emocional ante una pandemia como esta que seguro está haciendo estragos
en nuestra mente y las manifestaciones las veremos a corto y mediano plazo si no nos atendemos con un profesional