Ahora nos toca volver a la ‘nueva normalidad’. Una etapa que será progresiva, intermitente en algunos casos y que se hará, como ya se sabe, en varias fases. En este sentido, es necesario atender las consecuencias psicológicas que puedan derivar de tantas semanas de confinamiento provocado por el Covid-19, ahora que ‘volvemos a la calle’.
Probablemente nadie pudo llegar a imaginar a principios de año que apenas tres meses más tarde nos encontraríamos confinados en nuestras casas a causa de una pandemia mundial que amenaza nuestra salud. Si alguien venido del futuro nos hubiera adelantado el presente que hoy en día vivimos no nos lo hubiéramos creído. Era algo completamente inconcebible. De otro mundo u otros tiempos.
Sin embargo, la realidad ha superado los peores presagios. El coronavirus se ha cobrado más de 300.000 vidas y ha contagiado a más de 4 millones. Solo en México han perdido la vida más de 47,300 personas y la población no ha podido salir de sus hogares, salvo para realizar actividades esenciales. La economía se ha desplomado y las previsiones apuntan a un futuro incierto. Nuestras vidas han sufrido un terremoto que ha desestabilizado miles de familias.
«Estamos viviendo una situación excepcional que requiere de toda nuestra capacidad de resiliencia. Lo estamos pasando mal, muchos han perdido a sus seres queridos, no sabemos qué va a pasar y el futuro económico que nos espera no parece muy alentador», sostiene el psicólogo Tomás Navarro en ‘Eres más fuerte de lo que crees. Kit de rescate emocional para afrontar la crisis’ (Zenith), un libro electrónico cuyo objetivo es ayudar a afrontar esta situación.
Este experto defiende en una entrevista con Infosalus que en esta nueva etapa que nos acontece tenemos que ser capaces de gestionar el estrés, el miedo, la ansiedad, o la tristeza que estamos sintiendo; aparte de preservar al máximo nuestras energías para lo que se prevé una carrera de fondo.
Muchas personas tendrán a corto y medio plazo algún problema de salud mental relacionado con la emergencia sanitaria y el confinamiento, pero la mayor parte no presentará problemas significativos.
Algo que no es raro, ya que como afirman los psicólogos, ante situaciones extraordinarias como la que hemos vivido, se espera que nuestro organismo reaccione defensivamente ante este “macro-estímulo aversivo” a través de nuestros pensamientos, emociones, conductas y reacciones fisiológicas para adaptarse a la situación. Estos intentos deben considerarse saludables, mientras no supongan un costo para la persona, superior a la función psicológica que están cumpliendo, que es adaptarse lo mejor posible a la situación.
Entre las reacciones psicológicas que se esperan tras el confinamiento está el estrés post-traumático, ansiedad, adicciones, depresión, manías, duelo, aprensiones y tics.
El estrés post-traumático originado con las experiencias vividas durante la emergencia sanitaria que, por la razón que sea, desbordan la capacidad del individuo para procesarlas y, por tanto, generan una huella de impotencia, incapacitación o, sencillamente, desbordamiento. Puede darse a nivel mental (pesadillas, rumiación), emocional (miedo, angustia), físico (ansiedad, problemas de sueño) y conductual (inquietud motora, mayor consumo de comida u otras sustancias).
En cuanto a la ansiedad, puede estar causada por eventos que ya han sucedido o están en curso, pero también por la incertidumbre hacia el futuro: ¿Ya puedo abrazar a mis padres con normalidad? ¿Realmente mi casa o mi puesto de trabajo son lugares seguros? ¿Acabaremos todos enfermando? En algunas personas la ansiedad se manifestará especialmente en forma de rumiaciones obsesivas, es decir, darle vueltas a un asunto en la cabeza sin parar: son un intento de dar sentido a la experiencia y encontrar significados y orden para las experiencias caóticas.
También puede surgir el duelo por la muerte de un ser querido, por ser despedido del trabajo, la pérdida grave de la salud, etc. La mayor parte de las personas en duelo durante estos días y los próximos meses desarrollarán duelos normales, pero muchas de ellas presentarán uno o varios factores de riesgo de complicación: circunstancias traumáticas de la muerte, muerte de familiar, no haber podido visitar o despedirse de su familiar, impotencia por no poder hacer nada o recibir ayuda, muerte inesperada, varias muertes a la vez, combinación de diferentes pérdidas, despido, enfermedad propia.
No podemos olvidar la depresión, que puede ser leve y durar algunas semanas, o convertirse en un estado de incapacitación profunda y prolongada. No debemos entenderla como una “tristeza muy intensa” sino como un estado paralizante, bloqueante, de negatividad, desesperanza, falta de autoestima, percepción de no ser entendido o amparado suficientemente por el entorno y, en última instancia, desvinculación progresiva de las responsabilidades y vínculos importantes de la vida de la persona en cuestión.
Como cualquier otro problema de salud mental, el pronóstico puede complicarse en función de la gravedad de los estresores externos, como por ejemplo, problemas de salud añadidos, pérdida de empleo, ruina económica, muerte de seres queridos, sensación de crisis profesional o existencial…
Es muy posible que muchas personas experimenten manías, aprensiones, tics, automatismos diversos, que en tiempos de emergencia tenían un sentido pero que luego pueden ya resultar ya exagerados. Por ejemplo, tener una sensación de inquietud, preocupación o de sentirse amenazado, evitar entrar en establecimientos donde la distancia social no pueda mantenerse, enfocar las compras de alimentos más como grandes acopios preventivos que como compras moderadas, evitar salir de casa… Estas conductas, emociones y pensamientos hay que entenderlos a priori como respuestas naturales de algunas personas en un momento de transición a la nueva situación, y que tienen el objetivo de adaptarse a su manera a esa nueva situación. En estos casos lo más probable es que tarde o temprano estos tics, estas inercias acaben extinguiéndose por sí solas, conforme la persona se vaya familiarizando con la nueva situación.
Por tanto, en su mayoría, serán reacciones transitorias y no tienen por qué derivar en problemas de salud mental crónicos ni graves. En caso de que por la frecuencia, duración o intensidad de las reacciones la persona considere que tiene un problema significativo debe consultar con un psicólogo o, por lo menos, con su médico de cabecera.
Todas estas reacciones son tratables con ayuda especializada o bien afrontables gracias a los propios recursos personales y la red de apoyo de la persona
Sin embargo, el ser humano es capaz de sobreponerse a las situaciones más adversas. Y lo hará también en esta ocasión. Pero, para volver a disfrutar de la vida que teníamos antes de la Covid-19, debemos ir dando pequeños pasos hacia lo que se ha denominado la ‘nueva normalidad’.
«Por si todo esto fuera poco, esperamos que nuestra salud no se vea comprometida, y no sufrir las terribles consecuencias de una infección por COVID -19 complicada. Nadie está preparado para tanta incertidumbre, nadie confía tanto en sus capacidades como para abordar una crisis sin precedentes, nadie tiene experiencia en algo similar. Hay muchas cosas que escapan a nuestro control, pero eso no supone que no podamos controlar algunas otras», sostiene.
Somos más fuertes de lo que creemos, lo que pasa es que no nos hemos dado la oportunidad de conectar y de desplegar toda nuestra fortaleza emocional y todas nuestras virtudes. «Es normal que tengamos miedo condicionado tras más de dos meses confinados. El coronavirus es algo que no podemos ver y que puede estar en cualquier sitio», reconoce, al tiempo que recuerda que la función del miedo es «mantenernos vivos y sanos frente a la amenaza exterior».
En este punto, ve vital fortalecer la capacidad de resiliencia de cada uno, desplegar nuestras funciones superiores y aprender de la evolución. «Si somos capaces de aprender de los problemas y de salir reforzados, saldremos adelante», mantiene Navarro. Aquí destaca también el psicólogo que la reacción frente a esta pandemia de quienes han pasado un trauma es muy distinta frente a quienes no. «Quienes han pasado un cáncer o han tenido que emigrar, por ejemplo, tienen esa resiliencia a flor de piel», indica.
Otro de los puntos fundamentales sobre los que trabaja Navarro es que todos debemos confiar en nosotros mismos, vernos competentes a la hora de superar esta situación, sólo así podremos adaptarnos aunque no lo hayamos vivido antes, siguiendo estrictamente, por ejemplo, las medidas higiénicas que ha dictado Sanidad. «Por otro lado, requiere esfuerzo el adaptarnos a la nueva realidad, el cerebro es cómodo y es más fácil quedarnos en casa y no afrontar la situación que, además de generar miedo, en ella me siento incompetente y requiere un esfuerzo», señala el psicólogo
COMO ADAPTARNOS A LA NUEVA REALIDAD ?
Dado que las cosas han cambiado, aunque todo es temporal, no para siempre, pero sí durante una buena temporada, y aunque no nos guste la situación, debemos aceptarla como viene y no afincarnos en el sentimiento de la queja y de la culpa, según aconseja el psicólogo Tomás Navarro, al tiempo que propone:
1.- Debes aceptar la situación, que todo ha cambiado y no tardes en adaptarte. Lo que no hagas tu no lo hará nadie.
2.- Intentar no predecir el futuro. Ahora debemos tomar decisiones en el día a día.
3.- Nos equivocamos mucho en nuestros juicios; dale dos vueltas a lo que piensas, a lo que percibimos, porque mezclamos pensamientos de miedo y de deseo y es fácil bloquearnos.
4.- No descartar nada. Si no contemplo algo, es una opción que pierdo. Pensar que tenemos más alternativas pero no las contemplamos. Si creemos que vamos tirando con el paro, no nos esforzaremos en alternativas nuevas, como buscar trabajo nuevo.
5.- Concentrarnos en lo que sí podemos controlar, no empeñarse en lo que no podemos hacer.
6.- Ser creativos. Piensa en nuevas funciones, procesos, escenarios y soluciones a nuevos problemas. Practica la lluvia de ideas.
7.- Desaprender lo aprendido, que siempre nos funciona como un corsé, como es esa seguridad o lo que hecho siempre. Despierta tu espíritu analítico y conviértete en un solucionador. Cuestiónalo todo.
8.- Ser conscientes de que nadie va a venir a salvarnos y de que tenemos más alternativas de las que pensamos. La queja no sirve de nada, tampoco culpar a otras personas.
9.- Dar salida a nuestras emociones, si no lo hacemos supondrá un freno, tenemos que liberar la presión pero debemos hacerlo a partir de la ‘microgestión’, de pequeñas dosis, poco a poco; no explotar de una sola vez.
10.- Saber que 8 de cada 10 conflictos son malentendidos y no podemos vivirlo todo como una ofensa personal, no tomar las cosas como algo personal para evitar que se cronifique. Hay que decir las cosas, intenta no discutir, haz deporte para liberar tensiones.
11.- Pon tu imaginación bajo control, ésta puede jugarnos una mala pasada. Hay que aferrarse a la realidad. En casa estamos bien, seguros frente al coronavirus, pero también debemos empezar a retomar nuestra vida anterior a la pandemia, con las precauciones que todos conocemos. Después de reformular la situación que estás viviendo, tener un plan de acción y cuando a uno se le va la cabeza, volver a ese plan. La imaginación no para y se puede usar para evadirte y recordar cosas bonitas.
12.- Preocúpate por lo que hay que preocuparse. Todas las preocupaciones tienen una acción que influye en ellas. Si temes contagiarte con poner dos velas no lo solucionas; sí si sigues los protocolos de higiene, y no practicas conductas de riesgo. Debemos transformar la preocupación, que es normal y humana, en una acción que pueda minimizarla, en una acción concreta. ¿Me preocupa el dinero? Ahorra o busca nuevo curro. Si te preocupa salud, come bien y no hagas conductas de riesgo, y sigue lo dictado por las autoridades sanitarias.